Una caricia a los sentidos
Esta historia comienza en el pueblo celta, cuya edad de oro se remonta al siglo IV y
V a.C, que, guiados por el dios “Thor” (también de la mitología nórdica, como dios
de la madera, del trueno, de las cosechas y del clima) llegaban al bosque, talaban y
hacían todos sus utensilios; entre ellos barriles para guardar la cerveza evitando así
que se congelase.
Cuenta “Plinio el Viejo”, en el libro XIV de su Historia Natural, que cuando estos
pueblos invaden la Galia, el dios “Thor”, toma el nombre de “Sucellus”, como rey de
los bosques y hacedo, con su magia, de toneles de roble.
Con el tiempo este encantamiento tapizó los vinos, acunándolos en su vientre, convirtiéndolos
en los más preciados, por su elegancia y máxima fineza.
Hoy, siguiendo los pasos de aquellos soñadores, nuestros vinos se crían en roble,
logrando la máxima fineza, elegancia y expresión del “terroir”.